(Temporal) Azul, Violeta y Luna

Los únicos autores de ésta historia ya están decididos. Algunos puntos extraordinarios han sido acordados por messenger.

Esta historia es algo diferente, los primeros 7 párrafos de cada autor/a van a ser independientes, y luego ya podremos continuar los párrafos de cada una como es normal:

Ficha de la historia:

Título: (Temporal)
Autor: Sabela, Rosalía4 y aivlis
Género: Fantástico y romántico, .....
Sinopsis: (A decidir)
Personajes: Azul, Violeta y Luna
Ambientación:
Otros: (A decidir)


Personajes: (acordados por msn)


Nombre:Luna
Nació en: Una ciudad de Francia pero vive en Madrid
Foto:
Descripción psicógica: Es callada y pensativa, simpática y directa.
Descripción física: Pálida y bajita, tiene el pelo negro liso y corto y los ojos tambien negros.
Lo que más le gusta:
Lo que menos le gusta:

Nombre: Violeta
Sexo: Femenino
Foto:
Nació en: Santander
Descripción psicológica: despistada, madura, con ningún (o casi ningún)rasgo de las típicas adolescentes, divertida, sonriente pero un poco borde.
Descripción física: tiene el pelo corto, marrón tirando a rubio, ondulado y siempre adornado con algo. Ojos marrones, que cuando quieren se ponen verdes. No muy alta y delgada. Con tendencia a ponerse enferma y a reirse por cualquier tontería. Dientes perfectos y cara aún más ( XD)
Lo que más le gusta:
Lo que menos le gusta:


Nombre: Azul (y punto ¬¬)
Sexo: Femenino
Foto:Foto 1Foto 2 Personaje manga= Haruka Morishima
Nació en: Galicia, obvio. (También valen sitios inventados)
Descripción psicológica: Infantil, enamoradiza e imaginativa. (No, no soy yo porque entonces tendría que haber puesto "extremadamente guapa")
Descripción física: Tiene el pelo castaño, liso en la raíz pero con bucles en las puntas, ojos azules.
Lo que más le gusta: Las sirenas y las cuevas en las cascadas
Lo que menos le gusta: El aburrimiento y las personas aburridas

Azu corría por el bosque. Se colaban rendijas de luz entre las copas de los árboles, y se escuchaban sus pisadas sobre la hierba fresca y húmeda típica en Galicia. No estaba sola, los pájaros la acompañaban y las ardillas corrían detrás de ella, curiosas. Llegó a una pequeña lomba saltando por varias rocas cubiertas de musgo. La niña se sentó en la parte más alta y se propulsó hacia abajo con las manos. Cayó deslizándose por la ladera, a una velocidad vertiginosa, pero muy divertida. Aterrizó en el pequeño lago que se formaba al pie de la montaña, empapándose entera y riendo. Entonces se dio cuenta de había alguien o algo, ahí, escondido en un arbusto próximo.

Violeta salió de casa con todo el equipamiento para la playa: toalla, chanclas, vestido de playa, gafas de sol bikini, crema de sol y un buen libro. Era el día siguiente al último del curso, y después de pasar le escrupulosa revisión de su madre, cargada de consejos inútiles y advertencias, y sin pensárselo dos veces, se dirigió a la playa. Después de todo, la gente iba ya desde hace meses, pero con los exámenes de fin de curso no había tenido tiempo de ir. Puso la toalla sobre la arena, se echó la crema de sol y se tumbó. Y así, con los ojos cerrados, el hipnotizante sonido del mar y la falta de sueño de los últimos días, se quedó dormida.
Se despertó con la angustiosa sensación de que la estaban mirando. Abrió los ojos, pero los volvió a cerrar enseguida, cegada por la luz del sol. Se puso las gafas al tiempo que se recostaba en la toalla, y miró a su alrededor. Había mucha gente. Toallas y sombrillas de todos los colores. Niños corriendo y bañándose. De repente, una duda le asaltó. ¿Qué hora era? No había caído en coger un reloj. Su madre estaría preocupadísima. Se levantó de un salto con el propósito de recogerlo todo en un segundo, ya que no traía muchas cosas, y con la esperanza de que al volver a casa no le esperase una regañina, pero un golpecito en el hombro la detuvo.

Había salido con sus "amigas" al cine a ver una película que no le interesaba lo más mínimo. Todas hablaban alborotadamente por las calles, y de vez en cuando se ponían a chillar o a gritar haciendo que todo el que pasase se diera la vuelta con extrañeza. Se iban a juntar con los chicos en la puerta del cine y después comprar las entradas de una película que seguramente sería de terror o la típica romántica adolescente. Luna andaba en silencio observando lo que hacían sus compañeras. Ya se empezaba a arrepentir de haber aceptado la invitación de celebrar el fin de curso viendo una película con todas las personas de su clase, en vez de estar leyendo un buen libro.
Por fin llegaron. Era un cine un poco cutre que se encontraba en la esquina de una calle. Allí se encontraban los chicos, y pronto los dos grupos se fusionaron, formando uno mucho más ruidoso, si cabe. Después de unos interminables minutos de indecisión eligieron la película -que, en efecto, era de miedo- y entraron en la sala. Ella se sentó en una esquina y se propuso hacer caso omiso a sus amigos y disfrutar, en lo que podía, de la película- para eso había pagado la entrada.
Pasados los interminables anuncios, y entre las quejas de los espectadores a causa del bullicio que producía el incansable parloteo de sus compañeros, la luz se apagó progresivamente hasta que se hizo la oscuridad.

Lo hizo porque el arbusto había temblado. Y Azu no sabía mucho, pero estaba al corriente de que por lo menos sin viento los arbustos no tiemblan.
Salió del pequeño lago. Sus piececitos entraron el barro ya que se había dejado las chanclas en la otra orilla. <<¿Hola?>> preguntó. Aquel era un lugar poco transitado, lo más lógico era que se hubiese perdido, o que fuese un animal. Tendría que ser un animal bastante grande.
Se asomó al matorral, y se quedó asombrada. Allí, ante los ojos de Azul, había un…no podía saber si tenía nombre. Pero tenía alas, y gris. Parecía, parecía un robot. Sus alas eran de algo parecido a la tela, y su cuerpo de latón. Su ojo, parecido a una cámara, enfocó a la niña.

Dio un brinco para atrás. Un chico de su edad la miraba con curiosidad.

- ¿Si?- Preguntó, algo brusca y desconfiada. Sin mirarle, recogía a toda velocidad sus cosas. ¿Qué querría? ¿No veía que estaba ocupada?

- Hola- le dijo. Violeta había terminado de recoger. Se echó las gafas hacia atrás para recogerse el pelo y clavó sus ojos, ahora verdes por el sol, en él. El chico era más alto que ella, de tez clara y pelirrojo. Tenía los ojos grises azulados y vestía un bañador largo color azul marino, que acentuaba aún más su palidez - soy Samuel- añadió con una sonrisa.

- ¿Te conozco?- dijo Violeta más amablemente. Viendo que ya no había remedio al sermón que le esperaba en casa volvió a colocar la toalla en la arena y se sentó. Hizo una señal a Ismael para que hiciese lo mismo.

- No, sólo estoy de vacaciones. Vengo de Inglaterra- dijo mientras obedecía.

- Pues hablas muy bien español – exclamó ella sorprendida- Bueno, ¿qué querías?- dijo mirando una y otra vez a la dirección en la que estaba su casa.

Dos horas y media aguantando los chillidos de sus amigas mientras se escondían bajo el hombro de sus respectivos novios. Dos horas media. Salían del cine comentando la película como no, a voz en grito. Ahora se disponían a ir a una especie de botellón a la que no estaba invitada. Ni quería estarlo. No sabía lo que hacían en esas noches locas todos juntos deambulando por el barrio. Y no quería saberlo.
Anduvo lentamente iluminada por la tenue luz amarilla de las farolas. La calle estaba desierta. Solo se oía de fondo el pitido de los semáforos al ponerse en verde y el motor de algún coche que pasaba por ahí muy de vez en cuando. Caminaba sumida en sus pensamientos cuando de de repente oyó un ruido.

Azu se agachó. Otra persona seguramente se hubiese asustado al ver aquel desmadrado robot que más parecía estar hecho de chatarra, y que costaba creer que se pudiese mover. Pero a ella le pareció extraordinario. Lo miró y acercó una mano hasta su supuesta cabeza metálica. Pero él retrocedió en un brinco con dos patas extrañas que poseía. Ciertamente, se parecían a dos espátulas. El artefacto empezó a volar y Azul, sin ser muy consciente de lo que hacía, lo siguió.

Corrió detrás de él, que volaba dando giros y haciendo curvas, no sabía si porque le era difícil o intentaba confundirla. Ella saltó sobre las rocas, y aunque estaban húmedas y era fácil resbalarse, no lo hizo porque estaba acostumbrada a aquel terreno. Estaba descalza, pero la hierba era fresca y mullida, por lo que no importaba. Aquella cosa parecía tan fantástica, y ella, de alma infantil, gritó <<Ven, vamos, no tengas miedo, dime cómo te llamas>> Al final el robot se escabulló por detrás de un árbol y Azul le perdió la pista.

Pero entonces, un poco más allá, ella detectó un movimiento y se dirigió a él sin pensar. Llegó hasta dónde había nada más que árboles, sin movimiento ni robots. Fue entonces cuando atisbó un pequeño tejado rojizo, y descubrió mas allá una pequeña cabaña con decenas de aquellos pequeños murciélagos de latón sobrevolando el porche.

- Escribe bien- dijo Violeta, encogiéndose de hombros .

Miraba una y otra vez pensando en la hora que sería. No deberían de haber pasado más de dos horas, pero quién sabe, se había quedado dormida… Hizo cálculos con los dedos, pero eso solo le inquieto más aún.

- Oye, ¿esperas a alguien?- preguntó Samuel tras unos interminables segundos para él, y visiblemente incómodo-.

-¿Qué?- dijo Violeta, distraída- Ah, bueno es que se me ha hecho tarde y me espera mi madre en casa…- de repente se le ocurrió una pregunta brillante que no se le había pasado por la cabeza hasta en ese momento-¿Tienes hora?

- Sí, un momento, vuelvo enseguida- dijo levantándose, más relajado-.

Violeta se quedó así, sentada, pensando en lo agradable que era ese chico, en qué hora sería y si la riña de su madre sería algo más que unas cuantas palabras.

Al cabo de unos minutos, Samuel volvió con un reloj en la muñeca.

- Las doce y media- dijo sonriendo. Llevaba unas palas de playa bajo el brazo, y estaba bañado en crema de sol-.

Violeta suspiró, aliviada. Se había levantado temprano para que le cundiesen las horas de sol. Menos mal que había escuchado la recomendación de su madre: “Estate aquí antes de que pegue mucho el sol.” Y ante la mirada extrañada de su hija, aclaró: “A la una y media, dos”

- ¿Quieres jugar?- preguntó Samue, devolvindole al mundo real al tiempo que le tandía una pala.

Violeta la cogió, a pesar de lo mal que se le daban los deportes, y sonrió.
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Esto va de bien en mejor. ( lo siento, necesitaba poner un emoticono )

Al principio solo fue un quejido. Pero poco a poco se transformó en un gemido agudo. A Luna le pareció que estaba llorando. Indecisa, se acercó de donde provenía el sonido. De repente, de entre las sombras, salió una pequeña bola de pelo color canela arrastrándose hasta sus pies. Luna se agachó. Era un pequeño perro harapiento y sucio, pero se compadeció de él y empezó a rebuscar entre los bolsillos de su abrigo .Encontró la botella de agua que había pedido en el cine; todavía le quedaba algo. Se la tendió hacia donde se suponía que estaba el morrito. El perro acercó el hocico y husmeó la botella. Luna la inclinó un poco para que bebiese, pero el agua le cayó en la nariz, y saltó hacia atrás, estornudando. Luna se rió. Esperó a que se acercase otra vez, y entonces dejó caer de la botella unas pocas gotas de agua. El cachorro, las lamió ansioso. Poco a poco, la botella fue vaciándose, la mayor parte del agua había formado un charco entre sus pies, y la cría bebía como podía de allí.
Luna se quedó un rato mirando al pequeño perro, y se levantó, dispuesta a irse. El perro seguía lamiendo desesperado el charco, del que ya no quedaba nada más que una mancha húmeda. Luna echó a andar calle abajo. Ya había perdido demasiado el tiempo y su abuela estaría preocupada.
De repente tropezó con algo y por poco se cae. Una pequeña bola se entretenía intentando morder el cordón desabrochado de sus zapatillas. Luna sonrió, pero reanudó la marcha.
Aún así, el perro continuó corriendo alrededor de sus pies y haciendo que tropezara continuamente. Luna, entre divertida y molesta le cogió y le elevó hasta la altura de su cara.
-Sabes que no puedo quedarme contigo, ¿verdad?- por toda respuesta, el cachorrillo le dio un lametón en la cara, y le miró sonriente con esos ojillos negros tan vivaces que tenía.- Mi abuela me regañará por esto- le dijo. Aún así, le dejó en el suelo y siguió caminando en dirección a su casa, sabiendo que el pequeño perro la seguiría.

Azul se quedó más maravillada que asustada, ciertamente.
Los robots revoloteaban casi nerviosamente, y muchos volaron a esconderse detrás de la casa. Si se le puede llamar así, ya que parte de ella estaba casi en ruinas.
Entonces un chico de más o menos la edad de Azul salió por la puerta principal de forma precipitada y la miró clavado en el suelo, alarmado. (Dios cuántos adjetivos)
Él esperó algo que no sucedió, luego preguntó extrañado:

-¿No vas a gritar?
-¿Qué? Ah, no, bueno, no creo, ¿qué son esas cosas?
-"Esas cosas" son algo que tú nunca has visto, ¿vale?

A Azul no le importó lo que decía el chico y corrió tras el último artefacto que se escabullía. Cuando iba a doblar esquina, él la cogió por el brazo para detenerla.

-¿Qué quieres de los robots? ¿No trabajarás para el gobierno?
-Pero, ¿qué? ¿para el gobierno? ¡yo sólo quiero verlos!
-¡No puedes, son míos!
-¿Eso quiere decir que los has creado tú? ¡Caray! ¿Cómo lo has hecho?
-Oh, claro, que te lo voy a decir- habló sarcástico- ¡vamos! ¿para quién trabajas?- dijo echando un vistazo preventivo a los alrededores.

Azul se sacudió el brazo para soltarlo.

-¡Yo no trabajo! ¡Ya te he dicho que sólo quiero verlos!

Intentó poner postura y voz de enfadada, pero no resultó muy convincente.
El chico la miró una vez más y gritó:

-¡Flappmellon, ven!

Un robot salió volando desde el garaje hasta ellos dos.

-¿Éste es el que encontré en el bosque?-preguntó Azul.

El chico asintió, y observó como ella lo acariciaba.

-¡Qué monada!-musitó.

Cuando se dio cuenta de que dejaba al robot y no tenía malas intenciones, se presentó;

-Me llaman Verne- Verne le tendió una mano para estrechársela.
-A mí Azul- dijo Azul con una sonrisa, y se la chocó.

Llevaban, como mucho, media hora jugando a las palas cuando Violeta se tiró al suelo, agotada. Samuel le estaba dando una paliza, y como muchas otras veces que se había quejado, le gritó que se levantara:
- Venga, levántate Violeta. No te dejarás ganar así por así ¿no?
Se habría levantado de un salto y le habría gritado alguna frase provocadora, volviendo al juego con aún más ganas de ganar como había hecho hasta entonces, pero lo único que hizo fue dejar caer la pala y tumbarse en la arena. Cerró los ojos y disfrutó de aquella paz
Samuel la contempló a lo lejos, con las cejas alzadas y una sonrisa resignada. El pelo, ahora más rubio que marrón, le hacía cosquillas al agitarse por la brisa marina, y estaba cubierta de arena de pies a cabeza. Samuel se había quedado enamorado de ella desde la primera vez que la vio, pero como era la primera vez que le pasaba no sabía cómo reaccionar. Se quedó de pie un rato por si se levantaba, pero finalmente se tumbó a su lado. Él también estaba lleno de arena, sudoroso y cansado. Cerró los ojos.
- ¿Quieres bañarte?- Preguntó susurrando, después de un par de minutos-. Violeta tardó unos minutos en levantarse, cubriéndole de arena, y salir corriendo hacia el agua.
- ¡El último en llegar que beba agua del mar!- gritó, volviéndose, con una sonrisa traviesa en la cara.

Subió las escaleras, y sacó las llaves rápidamente. Tenía miedo de la bronca que le echaría su abuela. Cogió al perrillo en brazos y lo escondió bajo el abrigo. Cuál fue su sorpresa al ver a Milagros, su sirvienta, hablando junto con unos hombres en el sofá rojo de terciopelo del salón. Al verla entrar, corrió hacia ella y la abrazó, con un abrazo que por poco la asfixia de tanta colonia que se había echado.
-Cariño, lo siento tanto...- sus ojos grises se clavaron en ella, llorosos, y la volvió a abrazar- ¿pero qué tienes ahí?- exclamó, soltándome. En ese preciso instante,
Carioca asomó su pequeña cabecita peluda y miró a la mujer con aire sonriente.- ¡Pero Luna, qué has traído! Tu abuela no te....- terminó la frase con voz queda.- Vamos a ver qué puedo hacer por este renacuajo.- dicho esto, cogió en brazos a Carioca dejando a Luna sin saber qué hacer en la puerta del salón.
- ¿Qué está pasando aquí?- intentó sonar firme, pero de su boca solo salió un débil hilillo de voz. La verdad es que estaba muy asustada. ¿Qué es lo sentía tanto? Y sobre todo, ¿qué hacían esos hombres en su casa?- ¿Dónde está mi abuela?- preguntó con determinación.
- Siéntate- murmuró uno de los hombres con los que hacía un momento Milagros estaba hablando. A pesar de que no le conocía de nada, Luna obedeció. Aunque el sillón estaba muy blando, se sintió incómoda. –Soy Luis Francisco Cotrofe. Éstos son mis compañeros Marcelo Ucedo y Diego Sanes. Hemos venido a informar sobre la muerte de Elizabeth D’ Aubigne Paddock.
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por navidad un regalito

-¿que hacias en el bosque?-inquirio verne.

--editaré, ya editaré, pongo este mesaje para que vosotras podais continuar---

jeje gracias, ya empezaba a preocuparme lo que pasaría con Azu... Aquí va, es un poco larga.
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Samuel sonrió, se levantó de un salto y corrió con todas sus fuerzas, hacia el mar. Violeta llegó primero y le salpicó con el agua fría del Cantábrico. Él se alejó unos pasos del agua, donde ella no podía salpicarle.
- Pero qué tramposa eres, Violeta. Tú has salido antes. No pienso beber agua del mar- dijo a la vez que se cruzaba los brazos, fingiendo que estaba enfadado.
- Sí pero como tú corres más…- contestó haciendo pucheros, siguiéndole la broma-.
Él no tardó en dirigirse hacia donde estaba ella, y cuando ya estaban cerca el uno del otro, Violeta le salpicó en toda la cara. Siguieron jugando y nadando hasta que los labios de ambos se volvieron morados, y se dirigieron hacia sus toallas, ahora juntas .Esta cogió el reloj que estaba en la toalla de Samuel y miró la hora que era. La una y media. Se tumbó, chorreando, en la toalla y dejó que el sol la secara. Observó a Samuel que, tumbado boca abajo hojeaba su libro. Su pelo cobrizo se le pegaba a la cara y caían gotas saladas a su toalla.
- ¡Dame eso, lo vas a mojar!-exclamó Violeta arrebatándole el libro.
- Pero si ni siquiera te lo has empezado- observó Samuel, enarcando una ceja.
- Porque me lo quiero llevar a Inglaterra- refunfuñó Violeta, guardándolo en la bolsa de playa.
- ¿Qué?- preguntó Samuel con los ojos muy abiertos.
- ¡Porque me lo quiero llevar a Inglaterra!- gritó ella, enfadada.
- Era una pregunta retórica- dijo Samuel, poniendo los ojos en blanco, a la vez que se sentaba en la toalla- lo que pasa es… que no puedes ir a Inglaterra.- concluyó, desviando la mirada.
- Sí, me voy la semana que viene de campamento- aseguró, Violeta, asintiendo con la cabeza- y me quiero llevar este libro para entretenerme en el avión. Además, ¿por qué no puedo ir?
- Pues…no puedo decírtelo y además no lo sé, pero es muy peligroso ir allí ahora. De hecho, es por lo que estoy yo aquí ahora. Mi madre me dijo que pasaríamos una temporada en España… Lejos de mi padre.
Tras un largo e incómodo silencio Samuel cambió de tema, pero Violeta se quedó pensando en ello mucho después. La verdad es que aún no sabía nada de su nuevo “compañero de playa”.